La incertidumbre del presente deja en el aire los retos del futuro en cuanto a las mejoras laborales para las y los trabajadores en este Día del Trabajo.
El lenguaje aquí importa
Hoy en día, en una sociedad que se considera igualitaria, el lenguaje es importante. Una de las reivindicaciones mayoritarias desde hace años es que este 1 de Mayo sea siempre el ‘Día del Trabajo’. Una denominación que abarca a todas y todos por igual, al contrario que el antiguo ‘Día del Trabajador’.
Actualmente la presencia de las mujeres en el mercado laboral es incontestable. Es cierto que aun en porcentaje es menor (un 63% de los hombres están en activo frente al 52% de las mujeres), pero esta presencia crece y se iguala año a año.
No es un detalle sin importancia, ya que cuando se ponen sobre la mesa las necesidades de las y los trabajadores no se puede quitar la perspectiva de género. Además de los sectores altamente feminizados, como el empleo en el hogar, hay mucho más. Temas como la maternidad, la brecha salarial, el techo de cristal, el suelo pegajoso, la falta de conciliación, el acceso irregular a la formación, el acoso laboral… deben estar presentes en el 1 de Mayo.
Flexibilidad laboral sí, pero con seguridad
Los retos del futuro para los y las trabajadoras han crecido. Como ocurre con las crisis económicas cíclicas, la crisis del Covid ha generado mayor incertidumbre y complejidad en el plano laboral. Si ya existía un miedo a la pérdida de empleo por la revolución digital, esta empeora con la actual situación social. Ya no solamente son los trabajos menos cualificados los que pueden desaparecer, sino que han surgido otros nuevos gracias a las plataformas digitales que no han mejorado en derechos laborales.
Se ha visto en las recientes sentencias que determinan que la relación entre empresas y repartidores es una relación laboral. Se ha visto en el cambio legislativo que se ha producido para combatir los llamados ‘falsos freelances’. Hasta 50.000 personas encontró en esta situación la Inspección de Trabajo. Trabajos de pocas horas y poco remunerados que se aproximan a la economía informal o sumergida en otras crisis. En ambas situaciones ocurre lo mismo: los derechos de las y los trabajadores están vulnerados y estos quedan desamparados.
Teletrabajo, el reto de la equidad
Otro de los retos futuros es encontrar el encaje a una nueva figura que ha sido a la vez solución y problema: el teletrabajo. Por un lado está el derecho a la desconexión y los gastos que ocasiona para los y las empleadas el teletrabajo, que ha empezado a estar regulado. Por otro, el problema que supone para la conciliación y el trabajo a distancia. Se está empezando a denunciar y cuantificar, pero lo que está claro es a quién afecta más: las mujeres trabajadoras. El reparto de cargas laborales, la justa equiparación de salarios y las políticas públicas y privadas que ayuden con las cargas personales son la respuesta.
El teletrabajo o desaparición de un centro de trabajo como tal, también puede hacer que los y las trabajadoras estén más desamparadas. Desde los sindicatos insisten en que el aislamiento de trabajar solo desde el domicilio, hace más difícil visibilizar los abusos laborales, tener una idea clara de las condiciones de la plantilla y empeora la capacidad de negociación de la plantilla. Un aislamiento que se puede evitar si se transforman los espacios de sociabilización informal que existen en las oficinas o centros de trabajo, por otros virtuales. Desde grupos de mensajería, hasta reuniones por videollamada en el descanso. Las posibilidades están ahí.
Jóvenes, un futuro negro
Además de los parados de larga duración y los mayores de 60 años, los jóvenes son los que peor ven su futuro. Tanto el próximo como a la larga. Las cifras de paro juvenil en España son especialmente altas, con un 40,7% y a la cabeza de los países de la OCDE. Unos datos que no parecen mejorar durante la pandemia y que empeora en los jóvenes con menos formación. Lo mismo pasa con la temporalidad, que se ceba con los menores de 29 años: hasta el 65,5% de ellos son eventuales. Unos datos que también alarman al compararlo con la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 36,3%.
Una explicación de estos datos viene al centrarse en los sectores. El empleo de los jóvenes en comercio o industria manufacturera se mantienen estables. No pasa lo mismo con la construcción, que al igual que en cada crisis, se nutre de jóvenes con bajo nivel de estudio y es mayormente temporal. Según los mismos datos, del Ministerio de Trabajo y Economía Social, la presencia de los jóvenes en el mercado laboral se limita a cuatro perfiles. Por un lado en restauración y servicios (753.100), en la de técnicos y profesionales científicos (517.100) y trabajadores no cualificados (319.000).
Fin de los ERTEs, primeros EREs
Este 1º de Mayo sin duda estará marcado por numerosos anuncios de recortes de plantillas hechos por sectores tan importantes como la Banca. Dos de los mayores bancos de España anunciaron esta semana anterior recortes en sus plantillas de hasta el 19% del total y el cierre de una de cada cuatro oficinas. Esto supone una cantidad importante de parados con difícil reubicación, dada la edad y el estado del resto del sector. Lo mismo ocurre con la Prensa, que o bien mantiene sus plantillas en ERTE o bien ya han hecho recortes e incluso cerrado cabeceras.
Sectores como el turístico, con las agencias de viaje a la cabeza, siguen sin poder hacer una actividad normal debido a la pandemia. El efecto global de esta crisis y la bajada de traslados, hace difícil ver el reciclado de sus empleados para encontrar otros trabajos. Lo mismo sucede con algunos comercios o el sector de las ferias. En todos los casos, se trata de sectores con trabajadores y trabajadoras de diversas edades, con diversidad de formación y con perspectivas de futuro diferentes.
La igualdad, en el horizonte siempre
En este y en todos los 1º de Mayo la mirada de género debe estar presente. Para denunciar la pobreza que sufren las mujeres especialmente y la desigualdad que padecen. De hecho, el perfil de la pobreza ha cambiado. Antes solo lo eran personas sin empleo, ahora con empleos precarios y cargas familiares. Más concretamente y según la Cruz Roja, es una mujer, de 44 años, desempleada y con hijos. Las políticas activas de ayuda a estos perfiles, los planes de igualdad y todas las herramientas por la igualdad retributiva son el camino a solucionar este problema.
Laura L. Ruiz, periodista experta en igualdad