La precariedad, la temporalidad y el aislamiento pueden generar un aumento del acoso laboral y sexual en las empresas. La apuesta por la igualdad efectiva lo previene.
Romper el silencio, el primer paso
Tras el movimiento ‘Me too’ en el que las mujeres rompieron el silencio ante el acoso sexual en muchos ámbitos de la vida, se ha empezado a visibilizar también estas conductas criminales en el ámbito laboral. En Estados Unidos, la industria del cine vio un maremoto cuando las numerosas víctimas empezaron a hablar. No solo señalaron a culpables, si no que describieron las dinámicas sistemáticas de acoso y favores sexuales de altos cargos del sector. Lo mismo está pasando en España en la política, gracias a la serie de ficción que habla del caso sufrido por Nevenka Fernández, la concejal de Ponferrada acosada por el entonces alcalde.
Por desgracia, estas situaciones suceden en prácticamente todos los sectores. Son conductas que pueden darse tanto entre hombres como mujeres, tanto de superiores a subalternos, al revés o con clientes. Pero, según las cifras, destacan especialmente el acoso sexual en sectores feminizados y con un gran aislamiento en el empleo. Son numerosas las denuncias en el sector de la hostelería, en oficinas, en los proyectados a la atención al público o en otras organizaciones de ámbito social. Menos comunes son en otros sectores como el trabajo doméstico y otros más precarizados, que resaltan la dificultad de las víctimas para contarlo.
Una definición y unas estadísticas escasas
Antes de centrarnos en sectores, hay que definir la agresión en la legislación española. La primera definición aparece en el artículo 2 de la Directiva 2002/73/CE que define la dignidad de las personas y su derecho a la libertad sexual, y la segunda aparece en el artículo 7.1 de la Ley Orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Podemos decir que acoso sexual es “cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual, que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”. A lo que añade la razón de género: “cualquier comportamiento realizado en función del sexo de una persona, con el propósito o el efecto de atentar contra su dignidad y de crear un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”.
Según la Unión Europea, en el informe Violence against women: an EU-wide survey que preguntó a 42.000 mujeres, hasta el 38% de las mujeres entre 18 y 24 años es consciente de haber sufrido acoso por razón de género. Un porcentaje que descendía al 24% entre las mujeres más mayores (entre 30 y 38 años). Aunque en España no hay estudios concretos sobre el acoso sexual laboral, el sindicato UGT registra el número de denuncias y calcula que solo concluían en proceso judicial el 8% de los casos. La central sindical también calcula que de las agresiones machistas que se registran en anualmente en España, el 17. 3% se produce en el ámbito laboral.
‘Mobbing’ o acoso en el trabajo
Además de la situación en la que la trabajadora o trabajador esté, el sector en el que se encuentre es vital. Si a la precariedad como los contratos temporales, estar de prácticas en prueba, le añadimos el aislamiento por teletrabajo, la vulnerabilidad aumenta. En el caos de agresiones laborales, también tiene que ver el género aunque no tenga motivación sexual. La precariedad laboral tiene rostro de mujer y son ellas, fundamentalmente, las más desprotegidas para poder denunciar.
Así, según recientes estudios, las trabajadoras son las principales afectadas pero también hay trabajadores que son agredidos al trabajar en la Administración pública. Una de las razones que se dan es que al no poder ser despedidos igual que en otros trabajos, son acosados con el objetivo de que renuncien. Los empleados en educación o sanidad también están en el ranking, donde la endogamia en el mundo universitario o la sensibilización del empleo hacen más propensos a que surja el acoso. La hostelería, el turismo, los auditores o las organizaciones con componente ideológico -religiosas, sociales, políticas- continúan en la lista.
Cómo evitar el acoso desde la empresa
Lo primero, estar preparados. Los protocolos de acción contra el acoso sexual y por discriminación por género, deberían estar establecidos y ser revisados de forma continua. Además, deben añadir al detalle cómo proceder y desarrollar herramientas que garanticen la privacidad, la objetividad, confidencialidad y que no quede impune. Además, la empresa debe actuar rápido. Nada más recibir una acusación o en el momento que tenga sospechas de que puede estar pasando.
No solamente es una obligación legal de las empresas (con penalización económica), sino que ir más allá les adelanta a los problemas y evita que sucedan. Las políticas de igualdad precisamente están pensadas para que los comportamientos sexistas desaparezcan antes de que la violencia, el pico del iceberg, aparezca. Ser una empresa activa en políticas de igualdad, con buenos datos respecto a la promoción, formación o brecha salarial entre empleados y empleadas, además de reaccionar de forma contundente y adelantada ante un caso de acoso, dota a la empresa de una buena reputación tanto fuera como dentro.
Laura L. Ruiz, periodista experta en igualdad