Ayer miércoles, 4 de febrero, fue el Día Mundial contra el cáncer. Además de otras reivindicaciones y celebraciones, siempre acertadas, el tema se presenta como la escusa perfecta para tratar otro menos conocido, pero no menos importante, entre otras cosas porque nos afecta a todos y a todas: los presupuestos.
Cuando pensamos en «presupuestos» pensamos en dinero, e inevitablemente en su reparto; cosa en la que parece que nunca hay consenso. Los más conocidos son los Presupuestos Generales del Estado; pero hay otros: los de nuestra región, los de nuestra provincia, los de nuestro ayuntamiento, nuestra comunidad de vecinos, nuestra familia, etc.
Estaremos de acuerdo en que en «la hucha» nunca hay dinero suficiente para satisfacer todas las necesidades, todos los intereses; así pues, hay que realizar un juicio de valor. La persona o las personas que reparten habrán de decidir qué es lo fundamental, lo conveniente o lo urgente; frente a aquello que es secundario, nimio o accesorio. Al hacerlo, indirectamente, estamos priorizando a un sector de población sobre otro.
Pues bien, ocurre, más veces de las deseables, que las decisiones que tienen que ver con el reparto del dinero en principio no discriminatorias ni injustas, no lo son tanto. Si no se dota de dinero suficiente a las unidades de prevención y atención de cáncer de mama se está perjudicando a las mujeres; de la misma forma no se favorece al mismo sector de población cuando se invierte en la construcción de campos de fútbol que en piscinas climatizadas; ni es lo mismo invertir en transporte público urbano que en parkings subterráneos en el centro de la ciudad; ni tampoco lo es impartir un curso de formación de fontanería que uno de auxiliar de ayuda a domicilio; ni que una administración pública aumente la plantilla de bomberos o «personal de oficios» (mantenimiento, jardinerías, peones, etc.) en lugar de incrementar las plazas de guardería, centros de día o residencia para personas mayores. Es probable que si una familia destina parte de su presupuesto a la compra de un «todoterreno», el principal beneficiado, aunque no único, pueda ser el pater familias, pero si ese dinero se destina a contratar un/a empleada/o de hogar quizás la más beneficiada sea la madre trabajadora, dentro y fuera del hogar.
Para saber en qué medida los presupuestos favorecen la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, o por el contrario, incrementan la brecha de la desigualdad debemos de evaluar el impacto de género, y para asegurar la igualdad y no discriminación, siempre y en todo caso, aplicar la perspectiva de género.
A veces las cosas parecen neutras, pero no lo son.