
Estereotipos de género
Hay actitudes que se mantienen en la sociedad como si fueran inherentes a ella y estuvieran integradas en nuestra cultura. Un ejemplo claro es cuando hablamos de estereotipos de género. Los estereotipos de género se pueden definir como aquellas características o cualidades que, por razón de género, se dan por supuestas y asumidas en la persona.
Victoria Sau en su libro «Ser mujer: el fin de una imagen tradicional», lo deja claro dando algunos elementos que se asumen como características masculinas y como femeninas. Lo masculino representa estabilidad emocional, auto-control, dinamismo, valentía, aptitud para las ciencias o racionalidad; lo femenino se asocia con inestabilidad emocional, falta de control, pasividad, ternura, dependencia o miedo.
Estereotipos laborales
Si nos situamos en la esfera del trabajo, vemos muy claro el cómo estos estereotipos de género han marcado, y siguen marcando, las ocupaciones. Y es que hay profesiones que de manera tradicional se han asociado al género.
Son profesiones eminentemente masculinas la de bombero, policía, científico o mecánico, representando actitudes de valentía, racionalidad, dinamismo, etc. Y son profesiones tradicionalmente femeninas las de enfermera (no médica), cuidadora de personas mayores (no auxiliar de geriatría) o limpiadora (no operario/a de limpieza) Aunque en la actualidad se vayan produciendo cambios y avances, siguen siendo unos estereotipos vigentes en la sociedad y marcan a muchos de nuestros/as jóvenes en la elección de sus estudios.
Tal y como recoge el informe elaborado por Emakunde, el Instituto Vasco de la Mujer, sigue existiendo una «persistencia» de la distribución según género de los modelos ‘mujer-maestra-médico’ y ‘hombre-ingeniero-técnico’. Las mujeres optan en mayor medida que los hombres por titulaciones agrupadas dentro de las ramas de ‘Ciencias de la Salud’, ‘Artes y humanidades’ y ‘Ciencias Sociales y Jurídicas’. Por el contrario, las titulaciones de ‘Ingeniería y Arquitectura’ siguen presentando un perfil predominantemente masculino (más del 70 por ciento de matriculación) tal y como se recoge en el artículo publicado en El Diario.
La sexualización de la mujer como marca
Y no sólo esto, también asistimos a un renacer de los machismos más trasnochados en cuanto a sexualización de la mujer. En 2017 nos encontramos desde restaurantes que hacen de los pechos grandes su marca de identidad hasta gasolineras que obligan a sus empleadas a vestir con falda bajo amenaza de despido.
El ver a la mujer bajo un prisma marcado por la sexualización o por el mantenimiento de tradiciones asociadas al género hace que el concepto de igualdad entre hombres y mujeres todavía se vea muy lejano. Los estereotipos de género están vigentes desde incluso las diferencias claramente sexistas que se dan en el acceso a ofertas de empleo. Un ejemplo claro son preguntas que todavía se realizan a mujeres en las entrevistas de selección del tipo “¿Y tiene familia o hijos/as? ¿Y previsión de quedarse embarazada?”
Esta realidad que nos muestra el día a día pone de manifiesto que todavía hay un camino muy largo por recorrer. El concepto de igualdad en el ámbito laboral no significa únicamente de la igualdad salarial o de la igualdad de acceso al mercado, que sin duda son importantes. Es mucho más, y llega hasta raíces muy profundas que cuesta modificar. El que todavía existan estos estereotipos de género tan marcados y tan asumidos como normalizados por la sociedad expone un escenario que requiere mucho trabajo de educación, basada en el respeto y la concienciación.
Debemos conseguir un mercado laboral en el que se valore al/a la profesional por encima de todo lo demás. Lo relevante en un trabajo es tu capacidad y tu competencia para llevarlo a cabo, no tus circunstancias, entorno o género. La coeducación y la erradicación de preceptos culturales basados en estereotipos de género son los dos elementos fundamentales sobre los que cimentar una sociedad igualitaria para todos y todas.