La celebración de San Valentín trae consigo el replanteamiento de las relaciones amorosas, del llamado amor romántico y de los condicionantes tóxicos sobre estereotipos de género en la pareja. ¿Cómo pueden y deben ser las relaciones en una sociedad igualitaria? ¿Ayuda el feminismo?
San Valentín desde el Feminismo
¿Ha acabo el feminismo con el romanticismo? ¿Con el cortejo? ¿Con el filtro? La respuesta es un categórico ‘no’. El feminismo pretende acabar con las relaciones desiguales, con las promesas tóxicas y con la idea de que es algo aceptable querer más a otra persona que a sí mismo. Algo muy blindado con los estereotipos de género, con el rol del hombre y la mujer en
la sociedad machista y sus desigualdad en todos los sentidos: el amor romántico.
El feminismo acaba con la idea de que el único papel de la mujer en la sociedad es tener una familia y dar apoyo incondicional a su pareja (hombre). Ellos decidirán a qué mujer elegir, cuándo pedir matrimonio y hasta cuántos hijos tener. Serán de su propiedad, al igual que la mujer. No en vano en muchos países aún, la tutela de la mujer pasa de su padre a su marido. Ellos decidirán si las mujeres pueden o no trabajar fuera de casa, mantener la relación con su familia o no y marcarán la felicidad y el éxito del matrimonio únicamente en la capacidad de cubrir las necesidades del marido.
El final del amor romántico… o no
Aunque parece que hablamos de otro siglo, lo cierto es que según las encuestas son muchos los jóvenes que creen que ideas como los celos, los roles sexistas o renunciar a la libertad individual siguen siendo sinónimo de ‘amor’. Y nada más lejos de la realidad. Según un estudio realizado a jóvenes entre 15 y 29 años, el 56% de los encuestados considera que mantiene posiciones “machistas” en las relaciones amorosas, mientras que el 44% las considera “conscientes y equitativas». Siendo los hombres los que más destacan en el primer grupo y mayoría el de mujeres que apuestan por el segundo.
Un detalle que encaja con el cambio de percepción sobre el feminismo y la igualdad. Según este mismo estudio, han aumentado notablemente los que se consideran así mismas y mismos como feministas. En 2019 el 62,1% de las jóvenes se declara feminista (46,1% en 2017) y el 37,3% de los chicos (23,6% hace dos años).
¿Hay otras formas de amar?
No solo no es que lo haya, si no que es lo deseable. Las relaciones deben cambiar en muchos aspectos: desde las tareas domésticas hasta en cuestiones de sexo. Algo como lograr un reparto justo de la carga de tareas en el hogar trae consigo grandes beneficios. La pareja se tensa menos, hay menos discusiones y, a la larga, la relación permanece más estable y duradera. Estar mejor con la otra persona hace que aumente la recepción hacia el otro y mejoren también las relaciones sexuales. Así lo dice un estudio en Islandia y otro con familias británicas incluso lo identifica con menores tasas de ruptura o divorcio.
Seguramente este reparto de las tareas vaya más allá en la mentalidad de la pareja y afecte a cómo se ven los unos a los otros como sexo opuesto. Otro estudio señala que las mujeres que tienen una relación con hombres que se consideran feministas consideraban que esta era más saludable y se sentían mejor en la unión. Y al contrario, lo mismo. Los hombres que salen con mujeres feministas se declaran más estables y más satisfechos sexualmente, según el mismo estudio de la Universidad de New Jersey.
San Valentín con igualdad, compañerismo y sin prisioneras/os
Otras formas de relacionarnos en pareja son posibles, e incluso, de cambiar la mirada a lo que significa vivir en unión.
La inmensa mayoría de la violencia machista que afecta a mujeres y niñas hoy día -fuera y dentro de la pareja- se da por la percepción de que un género está por encima de otro. Como se explica desde la psicología, si hay una percepción de que algo o alguien está por encima de otro ser o de otra persona, puede pensar que está legitimado a pensar o decidir por la inferior.
El amor compañero
Así, en el momento en el que en una relación se establece que ambos miembros están al mismo nivel, se rompe con la legitimidad de ejercer violencia sobre el otro. Ya sea en forma de control, de violencia física o de humillación. También rompemos con el círculo de los roles de género y con la idea de que las necesidades de unos están por encima de las del otro (o de la otra).
Se trata de un tipo de relación que debe construirse poco a poco, desde cimientos igualitarios y superando de forma conjunta dudas o complicaciones. Porque tanto las parejas homosexuales como las heterosexuales viven en un mundo patriarcal que les dice cómo comportarse. Uno debe tirar de la relación, otro ser más dominante, otro estar más enamorado que el otro… ¡rompamos con estas ideas establecidas!
La pareja puede no estar en el centro
Otra de las cuestiones que ataca de frente al patriarcado es terminar con la idea de que la meta de una mujer debe ser tener una pareja (y una familia). Tener un compañero o compañera al lado siempre es motivo de alegría, pero siempre cuando esa persona aporte, apoye y acompañe. Por eso, si esta situación no se da, hay que acabar con esa idea de fracaso. Una idea machista que afecta mucho más a las mujeres que a los hombres. Y mucho más aún en las culturas que se le da especial valor a la maternidad.
Por eso, cuando buscamos apoyo, afecto o comprensión, hay que mirar más allá y encontrar estas necesidades humanas en otras personas que nos rodean. Pueden ser amigas, puede ser la familia, viejas o nuevas amistades…
La familia elegida
Con este término, algunos feminismos se refieren precisamente a ese círculo de apoyo que se encuentra en la vida de una persona. Al contrario que la familia biológica, elegimos que esas personas con las que sentimos cercanía se conviertan en la familia elegida. También se trata de una forma de relación basada en el amor, independientemente de que se den o no los vínculos sexoafectivos.
Seguramente gracias a esta composición social, son muchas las personas que han escapado del sufrimiento que conlleva ideas como la del amor romántico, la presión por encontrar al ‘príncipe azul’ o la violencia machista.
Laura L. Ruiz, periodista experta en igualdad