Mientras Pastora Soler canta por soleares «este amor es tan grande y es que no hay comparación a una madre, porque has luchado y me has sentido como nadie, porque has seguido a mi lado sin cansarte, madre como tu ninguna (…) madre fuerte, madre pura». Laura Baena —madre, fundadora del Club de MalasMadres y autora del libro «Soy buena malamadre«— afirma “queremos ser madres, pero también mujeres. Estamos hartas de que nos etiqueten como progenitoras: teta o biberón, adictas o contrarias al método Estivill, crianza con apego o todo lo contrario. Venimos a reivindicar que seguimos siendo mujeres y no somos perfectas, ni superwomans”.
Las diferencias entre el canto de Soler y las reivindicaciones de Baena expresan todo un cambio de ideología en el concepto de lo que es o debe de ser la maternidad. En las últimas décadas los profundos cambios sociales han dado lugar a nuevas formas de ser mujer, madre y trabajadora. En este nuevo marco lleno de contradicciones perviven los mitos de la maternidad —»el instinto maternal», «la mujer alcanza la plenitud con la maternidad», «el amor de madre es todopoderoso», «la maternidad llena la vida de felicidad»— con las reivindicaciones de aquellas que desean ser madres y también otras cosas; desarrollar sus intereses profesionales, culturales y de ocio. En definitiva, participar en la sociedad desde otros roles diferentes al de la «perfecta-madre-siempre-entregada«.
Para dar cumplimiento a estos derechos legítimos el primer mito al que hay que hacer frente (para buscar soluciones reales) es que ser madre es fácil, porque no es cierto. A ser madre se aprende y tanto el aprendizaje como el ejercicio de la profesión es un camino de errores y éxitos que consume gran cantidad de tiempo y energía que a veces, inevitablemente, se agota.
Con el agravante de la hipocresía de la clase política que mientras ensalza la maternidad en sus discursos regula el mercado y administra los «dineros» de forma que ocasionalmente penalizan a las mujeres/madres (pérdidas económicas, despidos en periodos de prueba, atribución del cuidado de los menores, etc.) Si el «suelo está pegajoso« no es porque se haya azucarado sino porque debido a varios factores, entre ellos la maternidad, las mujeres avanzan con muchas dificultades en sus carreras profesionales. El «techo de cristal» no es una claraboya por donde entra luz o calor, sino la puerta blindada que impide el paso de las mujeres hacia metas más altas.
Desde aquí se han indicado ya anteriormente algunas soluciones: racionalización de horarios, corresponsabilidad en el hogar, igualdad de derechos de conciliación para mujeres y hombres, servicios públicos de atención a menores y salarios dignos que permitan la contratación de personal externo. Las mujeres quieren tener hijos, pero también ascender, tener amigas e ir al gimnasio. Lógico, ¿no?.