No solo se trata de un cambio fisiológico, si no que la sociedad penaliza la vejez. Contra esta infravaloración de las mujeres al llegar a una edad y para positivizar este cambio de etapa vital, se celebra todos los 18 de octubre el Día Internacional de la Menopausia.
Más conocimientos, más visibilización
Procesos de la mujer, como la menstruación o la menopausia, parecen ser un tema tabú. Incluso algo de lo que la mujer tiene que avergonzarse ante la sociedad. Algo que no sale de la esfera privada y cuando lo hace es penalizado. Sangrar es malo, pero dejar de hacerlo parece peor.
Esa sanción de la sociedad parece corresponderse al tema de la fertilidad y al estigma patriarcal de que una mujer solo lo es plenamente con la procreación. Por eso, cuando llega el momento en el que se deja de tener la menstruación, muchas mujeres sienten que para los demás pasan a tener otra categoría. No son deseables, no son productivas. Junto al paradigma de la fertilidad se une el gran pecado de envejecer.
Medicalizadas antes y después
Incluso en los ambientes feministas, muchas veces cuando se trata de normalizar los ciclos menstruales, la menopausia no entra en el temario. Por eso es revolucionario y emancipador repensar la menopausia (y todos sus síntomas) de otra manera. A partir de los años 60, las antropólogas, médicas y sociólogas empiezan a cuestionar el modelo biomédico occidental.
Hasta ese momento era definida como una enfermedad hormonodeficiente, evitable y curable mediante el consumo de estrógenos artificiales. La autoridad médica advierte a las mujeres de la amenaza de sufrir osteoporosis o Alzheimer si no se medican. Algo que no convence a todas las mujeres, más teniendo en cuenta el estudio sexista de la medicina hasta ahora. Mientras la medicina occidental detalla las amenazas para la salud que introduce la menopausia, las feministas señalan a una sociedad sexista y edadista como la verdadera amenaza.
Asumir los cambios, quererse en el presente
Pérdida de elasticidad en la piel, manchas, junto con los conocidos sofocos, cambios de temperatura, etc. Todos esos son síntomas del cambio hormonal y muchas mujeres reconocen que lo peor de la situación es la no aceptación de la sociedad. Más que el sofoco, es que la gente se dé cuenta de que están sudando. Más que la flacidez en la piel, es no encajar en el molde de ‘madura sexy’.
En una sociedad que premia la belleza y la juventud, la menopausia se relaciona con la decadencia de envejecer. Muchas feministas aquí señalan que la falta de referentes de mujeres maduras en el cine, en los medios de comunicación o en la esfera pública en general tiene su efecto. También con la batalla de la industria cosmética y farmacéutica contra el envejecimiento.
Sexualidad, mucho por hacer
Otro de los síntomas de cambio en el cuerpo de las mujeres al llegar a la menopausia son las relaciones sexuales. El cuerpo cambia, lubrica de manera menor y se necesitan cambios en las prácticas sexuales. Mientras que por un lado, las mujeres en esa edad pueden llegar a conocer mejor su sexualidad, el tabú de la lubricación llama a sus puertas.
La escritora feminista Anna Freixas en su libro ‘Yo, vieja’ entrevista a 35 mujeres en esa etapa de la vida. La mitad contaba que su vida sexual había empeorado, pero lo asociaba a otros factores como el estrés, el cansancio o el desgaste en la pareja. Pero la otra mitad destacaron que ahora el sexo era más libre, juguetón o despreocupado. La evidencia científica disocia la libido de la menopausia; otra cosa es que el prejuicio social de que las mujeres mayores son asexuales y poco atractivas inhiba el deseo, afirma Freixas.
Cambiar la imagen social de las mujeres menopáusicas
Muchas mujeres mayores solo se ven reflejadas en anuncios de fármacos, de compresas contra las pérdidas de orina, en alimentos enriquecidos contra la osteoporosis o en un rol familiar de cuidadoras. ¿Por qué los medios de comunicación y la publicidad solo las hace visibles así?
Contra esa imagen de la flor marchita, las feministas proponen ritos liberadores en torno a la menopausia. La autora Germaine Greer es un ejemplo de ellos. Ella ve en esta revolución hormonal una ventana hacia el despertar espiritual y la toma de control sobre la vida. Las mujeres, libres del hecho de ser cosificadas, pueden vivir para ellas por fin.
Laura L. Ruiz, periodista especializada en igualdad