Manifestación 7N
Si el pasado jueves os animábamos a participar, señalando algunas razones, en la manifestación contra la violencia de género, hoy compartimos con vosotras y con vosotros nuestra grata experiencia.
Relacionar «alegría» con «violencia contra las mujeres» resulta extraño y de mal gusto; no obstante, el acontecimiento del sábado fue motivo de contento por varios motivos. La participación que no pudo ser más numerosa. Personas de diferentes ideologías y condición —también hombres— se congregaron en una marcha, que ya antes de su inicio, ocupaba todo el espacio que existe entre la estación de Atocha y la Plaza de Cibeles. Este hecho demuestra no sólo la unanimidad que existe en la sociedad española por desterrar cualquier tipo de violencia hacia las mujeres, sino que los hombres también se han apropiado de la lucha por la igualdad y que existe un relevo generacional para las mujeres que han sujetado con fuerza y tesón la bandera de la igualdad: las más jóvenes fueron quienes encabezaron la manifestación.
Las causas de la violencia de género
Ese mismo día, en Madrid, se podía visitar en CaixaForum la exposición «Mujeres de Roma» mientras en el Teatro La Comedia se representaba «El Alcalde de Zalamea». «Mujeres en Roma» es una exhibición de las diferentes formas de representación de las mujeres en la antigüa Roma, hace aproximadamente 2.000 años. Eran mujeres, que aunque gozan de un status privilegiado respecto a otras culturas coetáneas, dependían de su padre o de su marido y eran consideradas inferiores a éstos según las leyes; jurídicamente eran igual que los niños. En pinturas, esculturas y otras expresiones artísticas las mujeres simbolizan la fertilidad, la creación, la belleza, el poder del destino, la seducción y el exceso. Son diosas, musas, matronas, prostitutas, sacerdotisas, monstruas, emperatrices o sirenas. No obstante, el catálogo de la exposición señala muy acertadamente que «sin duda, la mujer romana fue, en muchos aspectos, diferente de lo que de ella interpretamos a través de los vestigios de la decoración». Las representaciones son los ideales a los que las mujeres romanas debían aspirar, lo que deseaban ser y, sobre todo, deseaban que fueran quienes las representaban (los hombres). En realidad no se conoce exactamente lo que fueron las mujeres en Roma, sino «lo que debían de ser».
Poco ha cambiado desde entonces. Cualquier revista o campaña publicitaria no nos muestra lo que las mujeres son en realidad, sino un ideal femenino propio de un tiempo, espacio y cultura concreta. Y en este marco descrito la violencia ha sido el instrumento coercitivo idóneo para mantener o someter a las mujeres a roles determinados y preestablecidos sin contar con los deseos o los intereses de éstas.
El alcalde de Zalamea, una obra de Calderón de la Barca escrita hace casi 400 años, narra el drama vivido en una localidad extremeña al pasar las tropas españolas con motivo de la guerra de Portugal. La obra, una joya de la literatura española, se puede analizar desde diferentes puntos de vista, también el de género. Sólo hay tres personajes femeninos; uno de ellos se identifica con la «mujer hermosa que despierta pasiones irrefrenables en los hombres», otro con la «mujer de vida disipada y alegre», el tercero es un personaje secundario. Y es un acto de violencia de género, el secuestro y ultraje de la hermosa mujer que porta el honor de la familia, el que sostiene la trama de la obra.
Si la representación de las mujeres en la obra es mínima, es porque nula era su participación social: las mujeres no hacían la guerra, ni negociaban la paz; no eran capitanas, ni alcaldesas, ni propietarias de las tierras, ni sustentadoras de la familia. El papel de las mujeres se limitaba a ser el cuenco en el que se depositaba el honor de la familia, y la pérdida de dicho tesoro podía ser causa suficiente para perder la vida —por asesinato o por suicidio—. Igualmente se concluye que 400 años después poco se ha evolucionado: en muchos países se perdona al violador cuando se casa con la víctima, en España el riesgo de muerte por violencia de género crece durante los procesos de separación o divorcio; no se ha alcanzado la paridad en los órganos de representación o toma de decisiones —el número de alcaldesas por ejemplo, es mínimo—, y la ley del año 2011 de cotitularidad de las explotaciones agrarias, que pretendía que las mujeres pudieran acceder en igualdad de condiciones que los hombres a la propiedad de la tierra, son ejemplos significativos de camino que todavía queda por recorrer.
El orden de factores no altera el producto. Si primero hubiéramos visto la obra de teatro y la exposición habríamos sumado motivos para ir a la concentración. Si primero fuimos a la concentración y luego al teatro y a la exposición, nos reafirmamos en la necesidad de alzar la voz: ¡No a la violencia de género!