Las trabajadoras por cuenta ajena, las trabajadoras por cuenta propia y las funcionarias tienen derecho a 16 semanas por maternidad, 112 días en total. Los padres que trabajan por propia, por cuenta ajena y los funcionarios disponen de un total de 15 días por paternidad; es decir, 97 días menos que las madres (13 semanas de diferencia).
Si ambos trabajan, la madre puede decidir ceder al padre todo o parte del permiso que exceda de 6 semanas (éstas son obligatorias para la madre) o puede decidir -en más del 90% de los casos así sucede-, no ceder su derecho al padre, con lo cual a éste sólo tiene una alternativa: incorporarse a su puesto de trabajo mientras la madre se queda al cuidado del bebe. Así lo dice la ley. Claro que también dice que los cónyuges son iguales en derechos y deberes, que deben compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes. O el legislador/a no se aclara, o no se le acaba de entender bien.
En este marco legal en el año 2008 Carme Chacón, entonces Ministra de Defensa y casada (1), se incorporó a su puesto de trabajo tras disfrutar del permiso obligatorio de 6 semanas, argumentando que había cedido el permiso al otro progenitor. En el año 2009 Rachida Dati, entonces Ministra de Justicia en Francia y sin «otro progenitor» conocido, regreso al trabajo a los cinco días de dar a luz mediante cesárea. En el año 2011 Soraya Sáenz de Santamaría volvió a la primera línea de la política a los 10 días de dar a luz y sin que haya transcendido ni preocupado qué hizo el otro progenitor, su esposo. Ahora nos preguntamos cómo conciliará Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, casada, embarazada de 5 meses y sumergida en pleno proceso electoral.
En cualquier caso el debate se prolonga ¿son las mujeres políticas o con visibilidad pública un ejemplo para las demás?¿es correcta la renuncia al permiso de maternidad o deberían demostrar que se debe y puede conciliar la vida laboral y la familiar? Pero lo que más llama la atención, antes y ahora, es que el debate se centre siempre sobre las mujeres, responsabilizándolas una y otra vez del cuidado de la prole, cuestionando su validez o dedicación profesional si además osan convertirse en madres, juzgando sus comportamientos en función de si ejercen o no sus derechos, penalizando o premiando así una u otra forma de ser madre trabajadora. ¡Si hasta se ha realizado un seguimiento minucioso de la faceta de abuela de Esperanza Aguirre o Doña Sofia! Mientras los hombres pasan desapercibidos. No se conoce —ni parece importar— cómo los políticos han ejercido la paternidad, qué dificultades han tenido para conciliar o si sus conductas han sido ejemplarizantes.
Conclusión, descentralicemos el foco de atención. Necesitamos modelos masculinos para sesiones intensivas de conciliación de la vida laboral y familiar.
(1) Referencias al estado civil en relación con el artículo 66 y siguientes del Código Civil .