La senadora Virginia Felipe ha sido galardonada recientemente por la Asociación de Periodistas Parlamentarios con el premio a Senadora del Año. Pero ¿quién es Virginia Felipe? Continua leyendo, su historia merece la pena.
Virginia Felipe, ¿Dulcinea o Superwoman?
Virginia Felipe tiene 35 años, mide 1.40, pesa 30 kilos y tiene una silla de ruedas. Padece Atrofia Muscular Espinal (AME), una «enfermedad poco frecuente«, degenerativa y que no tiene cura en la actualidad. Apenas tiene fuerza para sostener un vaso de agua.
Hasta aquí todo parece dramático e imposible. Sin embargo, en el caso de Virginia la palabra «irrealizable» se encuentra totalmente excluida del diccionario: «yo también iba a la discoteca y volvía a casa de madrugada». Le ha dado tiempo a matricularse en Trabajo Social en la UNED, participar en un grupo de teatro, cooperar con AME, ser conferenciante, protagonizar campañas televisivas, desfilar como modelo o colaborar con la Fundación Isabel Gemio. En la actualidad es embajadora de Rare Commons y, desde octubre de 2015, senadora.
Pero el gran éxito para Virginia es ser madre, la primera mujer con AME en España y la segunda en el mundo. «Cuando la doctora me dijo —delante de mi madre— que estaba embarazada, le contesté que era imposible porque pensé que mi madre iba a matarme a palos. Tenía 22 años y no estaba casada, fue una escandalera. Yo pensaba: ¡Pobre Hilario!. La boda vino después, el 23 de abril de 2005, en el IV Centenario del Quijote porque compartimos con él la idea de pretender cosas imposibles».
Mujer y Diversidad Funcional
Virginia trabaja por visibilizar la diversidad funcional y procurar el cambio social, ¡comenzando por la propia arquitectura del Senado!. El debate entorno al concepto de diversidad funcional significa reflexionar sobre las discriminaciones históricas que han soportado quienes por razones físicas, intelectuales y/o sensoriales, nacieron o se convirtieron —por enfermedad o accidente—, en diferentes a la mayoría. Si la persona con discapacidad es una mujer, la discriminación se duplica. Si además la causa es una enfermedad rara, las consecuencias y dificultades para desarrollar una vida digna y plena son imprevisibles.
Se estima que en España existen más de 3 millones de personas con enfermedades poco frecuentes. Según la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (1999), en España había 3.528.221 personas con alguna discapacidad —el 9% de la población—; casi el 60% mujeres.
No obstante estas personas deben de afrontar los mismos retos vitales que sus semejantes; desde satisfacer las necesidades básicas de la vida —alojamiento, comida y vestido—, hasta resolver situaciones cotidianas más o menos complejas; porque padecer una discapacidad no libera de otras circunstancias: divorcio, maternidad, relaciones sexuales, trabajo, ocio, duelo por la pérdida de amigos y familiares, padecer otras enfermedades (p. e.: cáncer de mamá u ovarios), responsabilizarse del cuidado de las personas mayores (padre, madre o hermanos/as) u ocupar la presidencia de la comunidad de vecinos.
Es urgente responder las siguientes preguntas, y no sólo en el marco de la reflexión y el debate, sino para configurar programas de actuación reales y eficaces: ¿realmente tenemos conciencia de la diversidad funcional de la ciudadanía?¿las ciudades posibilitan la vida de las personas con discapacidad?¿y los hospitales?¿y los cementerios y los tanatorios?¿y los bares, los pubs y las discotecas?¿y los colegios y centros de formación?¿y los trenes y los autobuses?¿las farmacias?¿los polideportivos y las piscinas públicas?¿los supermercados, las bibliotecas, los conservatorios, los centros de salud, las iglesias o los museos?
¿Has pensado alguna vez a cuántos sitios no podrías ir o cuántas cosas dejarías de hacer si tuvieras que moverte en silla de ruedas? Todos somos ciudadanos y ciudadanas, con o sin discapacidad. Todos y todas debemos tener igualdad de oportunidades.
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